Hoy he visto mi primera película de My French Film Festival, el festival online sobre el que ya escribí ayer. Probablemente nadie haya visto las películas de las que voy a hablar. Si a alguien le interesa una, puede verla en Filmin por 2 euros. Y no, no me pagan por hacer publicidad, pero siempre decimos que la industria tiene que renovar su modelo de negocio y la iniciativa de esta página web me parece digna de apoyo.
El baile de las actrices es un ejemplo más de cine dentro del cine. La película es una ficción sobre una actriz que quiere hacer un documental sobre actrices francesas. A lo largo del metraje esta actriz va siguiendo y grabando a varias actrices, que nos muestran algunos aspectos de su vida. Hay algo que está presente en todo momento: el ego de las actrices. Y es precisamente sintomático que la actriz que dirige, a quien se le supone detrás de las cámaras, tenga ese papel tan importante. Vamos intuyendo su importancia hasta que al final la directora termina consolidándose como protagonista.
No conozco a las actrices que aparecen en la película, actrices reales interpretándose a sí mismas, pero lo que realmente me interesa son las relaciones y articulaciones entre documental y ficción. Si se emplea bien, puede ser un recurso muy útil para conocer una realidad ajena a la nuestra. The Wire, de hecho, es un ejemplo paradigmático de este planteamiento que puede llegar a dar resultados más interesantes que un documental a secas. En el caso de El baile de las actrices, la película nos acerca muy bien a la realidad de la vida de las intérpretes.
Pero más que la vida de una actriz, a mí lo que me interesa es su trabajo, la relación entre persona y personaje. Esta dimensión, ausente en El baile de las actrices, está presente en Màscares, un documental que vi el año pasado sobre un actor metiéndose en la piel de Orson Welles para una representación teatral. La propuesta de El baile de las actrices merece la pena, pero, sin duda, me parece más interesante la de Màscares.
El caos reina 